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¿Por qué trabajo en esto?
Por una inquietud que, tal vez, creció conmigo.

Crecí con mis hermanos en un pequeño pueblo del interior de Uruguay, en una familia turbulenta e inestable. Mis padres discutían y hasta se  separaban frecuentemente. No es necesario explicar el desequilibrio que eso nos producía.
Recuerdo nítidamente que ya desde mis mis 6 años de vida, en medio de los gritos y sus fuertes peleas, yo me preguntaba: “¿Hay alguien que pueda ayudar a mis padres a llevarse mejor?”

Desde entonces, no dejó de acompañarme esa inquietud. Ya más grande, con doce años, empecé a leer todo aquello que caía en mis manos, que tuviera que ver con la violencia en particular y las relaciones familiares en un sentido más
amplio. Claro… me atrapó la Psicología. Seguí estudiando, y buscando más respuestas y alternativas.

Por ese entonces, pero ya desde mi adolescencia, me había prometido a mí misma no repetir con mi propia familia, cuando la tuviera, lo que había vivido como hija. Pero fue muy difícil. Al fin y al cabo, la violencia formaba parte del

lenguaje relacional que había aprendido. Así que, yo también, años después, me encontré discutiendo con mi marido casi con la misma violencia con que lo hacían mis padres. Y yo también sufrí crisis, alguna incluso que casi me llevó a la separación…

Hasta que descubrí un artículo en el que se hablaba de las “4 Actitudes que destruyen el matrimonio” y a partir de ahí, empecé a informarme de toda la investigación científica de 40 años que secundaba dichos descubrimientos.


Sin pausa, con mi esposo, con el cariño y el amor que quedaba (con el mismo que habíamos construido nuestra familia), y sobreponiéndonos al dolor y la tristeza después de tanto tiempo de desencuentros, empezamos a implementar nuevas medidas para cambiar el clima diario de nuestra relación. NI nosotros ni nuestros hijos queríamos vivir así, y esta era una nueva alternativa a probar, y no teníamos más alternativas para probar, incluso luego de muchas consultas terapéuticas.


En poco tiempo empezó a mejorar nuestro vínculo. Ahí comenzó un nuevo 
capítulo de nuestra vida juntos: tiempo de aprendizaje, tiempo de nuevas formas de relacionamiento y tiempo de llevar a la práctica nuevas herramientas. Aunque a veces con altibajos, seguimos adelante, creciendo muchísimo día a día, aunque a veces parezca que damos pasos de bebé.

Y es que sabemos que es una tarea de toda la vida y ahora la podemos disfrutar más, además de contar con un equipo de rescate para los tiempos de crisis (herramientas) con más dialogo, armonía y confianza.

Seguimos caminando y construyendo esa relación que los dos soñamos, creando nuestra propia cultura relacional. Además, actualmente Horacio Germán (mi pareja), me acompaña en la parte práctica de los Talleres de Parejas.
Disfrutamos muchísimo de esta experiencia.

Anhelamos profundamente compartir todas estas herramientas y experiencias de vida con muchas otras parejas que lo estén necesitando o tan solo deseen mejor la calidad de la vida en pareja. Hoy este es parte de nuestro sueño común como pareja.

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